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Es difícil frenar el cambio climático si seguimos educando a la sociedad en una cultura consumista

Alfred Vernis, profesor titular del Departamento de Dirección General y Estrategia de Esade, nos invita a reflexionar sobre las posibles vías para reducir y frenar la actual situación medioambiental. Es preciso entender que no se trata de mejorar algunas cosas o de hacerlas de forma distinta, sino que ha llegado el momento de pensar acciones en múltiples terrenos a la vez. Acciones que sean regenerativas para el planeta. Como sostiene el profesor Vernis, se requiere una mirada holística e interconectada sobre todo ello.

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Hace diez años, la directora Franny Armstrong realizó un excelente documental, titulado The Age of Stupid (2009). El film nos traslada al año 2055 y trata de un anciano que habita en un planeta arruinado y que observa reportajes de archivo sobre los daños reales que causaron las acciones de los humanos a finales del siglo XX y principios del XXI. Y se pregunta: ¿Por qué no hicimos nada para evitar el cambio climático? ¿Se había instalado la estupidez en las mentes de toda la población?

Los expertos en emergencia climática sostienen que existen dos vías principales para mejorar la situación actual. La primera, más fácil de entender, es incorporar la sostenibilidad en la lógica de las empresas y de los gobiernos. Con ello, reduciríamos la velocidad a que nos aproximamos al colapso sistémico, pero no nos enfrentaríamos de lleno a la raíz del problema. En otras palabras, reduciríamos la velocidad del cambio climático pero no lograríamos que dejara de avanzar hacia el colapso del planeta. La segunda tiene que ver con estudiar las dinámicas psicológicas y sociales. Por desgracia, una parte muy importante de la población no ve el cambio climático como un peligro inminente. La emergencia real únicamente es percibida por aquellas personas que creen en los valores medioambientales o que, por su identidad política o cultural, así lo han entendido. Debemos aceptar, pues, que la mayoría de la población pasa olímpicamente del cambio climático.

Naturalmente, partiendo de este análisis, resulta muy difícil impulsar cualquier actuación que tenga como objetivo un impacto más global. Por ello, quisiera aportar dos perspectivas más. La primera tiene que ver con adoptar una mirada holística. Es preciso entender que no se trata de mejorar algunas cosas o de hacerlas de forma distinta, sino que ha llegado el momento de pensar acciones en múltiples terrenos a la vez. Acciones que sean regenerativas para el planeta. 

Cambio de rumbo

La segunda perspectiva es trabajar en una dirección complicada hoy en día, pero muy necesaria: las culturas del consumismo, extendidas por todo el mundo. Hemos alcanzado unos niveles insostenibles de consumo, que están perpetrando, en primer plano, la destrucción del planeta Tierra. Si seguimos educando en esta cultura consumista, será imposible crear una conciencia real de lo que está pasando y será imposible modificar el rumbo. Acaso estéis pensando: “¿Me estás diciendo que este coche que me ha costado tanto dinero y que me hace sentir tan especial y poderoso no es bueno para la vida del planeta?”

Por contra, las preguntas que me hago como educador son: “¿Qué habría pasado si los políticos y los ideólogos que han gestionado el bien público hubieran recibido una educación en sostenibilidad y vivido una cultura ecológica desde su infancia?” Y la pregunta más importante: “¿Por qué seguimos sin inscribir esta educación básica?” Los educadores y las educadoras actuales ¿somos conscientes de que la cultura del consumismo que estamos transmitiendo es cómplice directa del agotamiento de los recursos que sufre el planeta?

“Es tiempo de actuar”

Con todo, hay numerosos motivos para la esperanza. Para citar solo algunos ejemplos recientes: el Banco Europeo de Inversiones ha dado la espalda a las inversiones en combustibles fósiles. Nueva Zelanda ha prohibido nuevas prospecciones de petróleo y gas en alta mar. El fiscal de Nueva York ha exigido a ExxonMobil que debe minimizar los peligros climáticos en que incurre de forma fraudulenta. Y hay estudios que señalan que las energías renovables podrían producir el 90 % de la energía mundial en 2050.

Ha comenzado en Madrid una nueva cumbre sobre el clima, la COP25, con la divisa “Es tiempo de actuar”. En ella se hablará de energías renovables, pero también de actuaciones para frenar la agricultura intensiva, de crear una red de santuarios en los océanos para preservar la vida salvaje, de perseguir las emisiones cero en el transporte por carretera, de lograr más inversiones en transporte público, de construcción sostenible...

Puede que nos veamos superados ante tantos temas y actuaciones, pero recordemos que necesitamos adoptar una mirada holística e interconectada sobre todo ello. Mucha gente está pensando en cómo debemos actuar y mucha más ya está trabajando en esta dirección. ¡Ojalá estemos en vías de cambiar la cultura consumista, poner fin a la era de la estupidez y vivir una verdadera revolución ecologista!